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¿Se puede ser amigos de nuestros hijos?

¿Se puede ser amigos de nuestros hijos?

De unos años para acá se dice que “Somos los últimos que obedecimos a nuestros padres y ahora obedecemos a nuestros hijos”.

Entendimos mal ese punto donde nos decían que debíamos ser amigos para entenderlos, para que ellos nos tuvieran confianza y así saber “corregirlos”. La cuestión es que nunca llegamos a concretar este proceso y dejamos de corregir su actitud.

En casa nos pasó justo entre los 13 y 14 años de nuestro hijo, cuando experimentan todo ese mundo de cambios que se les presentan, cuando se sienten más vulnerables y no saben que es lo que les pasa. Nos aplicamos en ser cuates para entenderlo, en aceptar su actitud pensando en que era lo mejor para estar cerca de él, lo que ocasionó solamente conflictos y más conflictos.

Llegó un momento en el que la Ley que regía en nuestro hogar era la de él, perdimos un poco las riendas y de pronto llegan esas situaciones donde sientes como te cae un balde de agua fría y comienzas a ver las cosas con mayor claridad. Comienzas a analizar la situación y te das cuenta los errores que se cometen por complacer, evitando conflictos básicamente para no enfrentarnos a nuestros hijos.

Cuando llegó el momento crítico, recordé haber leído en alguna parte que en esta etapa nuestros hijos nos van a gritar que nos odian, sin realmente sentirlo y que nosotros como adultos lo debemos de tomar tan simple como son las cosas: Sólo es una etapa.

También sucede que como padres algunas veces se nos olvida que cometemos errores y que no solo nuestra Ley rige en el hogar, debemos de respetar a nuestros hijos y a la vez saber cómo guiarlos de la forma correcta.

Debe existir un equilibrio y analizar los diversos puntos de vista. En ocasiones no logramos ver las cosas con su perspectiva y puede ser que ellos tengan razón, otras veces se podrá llegar a un acuerdo y hacerlos que se sientan responsables de sus decisiones, aceptando las consecuencias que esto traiga.

Actualmente puedo presumir que llevamos una relación amistosa, soy su mamá, nos respetamos y mantenemos un lazo de comunicación muy cercano. Existen negociaciones cuando son necesarias y una decisión irrefutable de mi parte cuando sé que es lo mejor para él, la comunicación es base fundamental de cualquier buena relación.

No podemos ser amigos de nuestros hijos, lo que sí podemos es ser mamás amigables y siempre sin perder el título de Mamá en cualquier sentido.

 

 

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