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Emociones en el niño. El miedo y la timidez.

Emociones en el niño. El miedo y la timidez.

El niño tiene una necesidad nata de protección por su natural debilidad, esta necesidad puede ser contrariada por la circunstancias, esta contrariedad puede venir de una persona y entonces surge la timidez.

Estas emociones determinan en el niño un retroceso psíquico, a veces el impacto de una madre, un padre muy severos puede determinar esa actitud.

El Miedo: es una experiencia lesiva para la formación del niño y es una emoción que los seres la asimilan en su andar por la primera infancia.

Los miedos del niño son respuestas a estímulos propuestos en el ambiente, según aumenta su capacidad mental y crece la imaginación, estos estados van siendo cada vez más determinados.     A medida que el niño amplía sus conceptos van apareciendo otras formas de miedo como el temor que se introduce en la vida escolar, en las competencias, en los deportes, en el éxito de las calificaciones, en los estados que propicia la socialización con adultos, etc.

Es importante que las actividades de la escuela sean provistas para combatir estas emociones que destruyen y desintegran.     Los miedos del niño desaparecen con el tiempo, pero una considerada cantidad de ellos persiste y se advierten o no en la edad adulta.    Los que realmente desaparecen son los que se relacionan con estímulos concretos: objetos y personas y los que son la consecuencia de una situación muy especial que no vuelve a repetirse.

Los miedos de la niñez son los infundidos por personas adultas con animales, con personajes extraños, enfermedades, accidentes, muchas veces el miedo perdurable da lugar a estados de ansiedad, conflictos e inseguridad, en las personas.     Otra forma especial del miedo es la ansiedad.

El miedo es una emoción que se relaciona con el presente y la ansiedad con el futuro.     La ansiedad es una emoción propia del adolescente sí, por la necesidad que sienten de adaptarse a esa nueva etapa de la vida, por ambientes que deben afrontar.

También es importante efectuar una distinción entre el niño tímido o retraído del niño triste y deprimido. En el primer caso el niño tiene un funcionamiento “normal” en todas las actividades salvo en aquellas que implican la exposición a las situaciones temidas. Por su parte el niño deprimido presenta un patrón constante en todas las situaciones caracterizadas por escaso interés y capacidad de disfrutar así como apatía, irritabilidad, pérdida de energía, sentimientos de inutilidad, etc.      Aunque ambos conceptos se solapan, conviene tener claro los límites de cada uno de ellos, sin olvidar que un niño tímido, que sufre en exceso, puede convertirse en un niño deprimido.

Existen múltiples estrategias para ayudar a que un niño supere su timidez y vaya volviéndose más abierto.

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